Alexéi Tellerías
En estos días donde se han registrado hechos de violencia en sitios de diversión y esparcimiento nocturno, uno no termina de comprender que las actitudes violentas son casos, por así decirlo, normales, en nuestro país. Y uno no comprende la magnitud de esto hasta que lo vive en carne propia.
Me encuentro ahora mismo en el periódico, redactando la crónica de un acontecimiento que no puede dejarse pasar por el simple hecho de que gracias a Dios no hubo muertes ni heridos que lamentar, sino porque los acontecimientos pasados obligan a que se haga conciencia sobre los niveles de violencia presentes en muchos oficiales de seguridad.
Un grupo de jóvenes, que veniamos de la actividad "Amarrados por la vida" nos encontrabamos protegiéndonos de la lluvia en el parque Colón, al lado del restaurante Hard Rock Café, cuando divisamos que un vehículo (jeepeta Land Cruiser), se había parado frente al restaurante, en violación a la prohibición vehicular que existe en la Calle El Conde. Más grande fue nuestra sorpresa al ver que el vehículo, luego de desmontar varios pasajeros, procedió a dar la vuelta a través del propio parque Colón.
Esto motivó nuestra protesta pacífica mediante el sarcasmo de gritos y aplausos al chofer. Debido a que estábamos ahí y teníamos cámaras fotográficas, empezamos a tomarle fotos al vehículo. Cuando uno de nosotros se posicionó detrás de la jeepeta para tomarle la fotografía a la placa, el conductor se bajó y empezó a reclamarnos, ante lo cual también nosotros le gritamos que él no tenía derecho a violar la ley, que si hubiese sido otra la circunstancia hubiesen metido preso al infractor inmediatamente.
Debo decir que esto ocurría ante la mirada de varios miembros de la Policía Turística, que luego del incidente posterior al que voy a hacer referencia manifestaron que no hicieron nada "porque estaba lloviendo" (y esto lo escuché de sus labios).
A todo esto, salió el oficial de seguridad de la puerta de HRC, arma en mano, nos reclamó que nos fuersemos de ahí y la "sobó". O sea, de repente este caballero (porque no se me ocurre un término que no sea despectivo) empezó a defender a quien estaba haciendo lo equivocado y puso la vida de todos nosotros en peligro.
Esto motivó la presencia de un capitán de Politur y varios efectivos de la entidad, con quienes mantuvimos una airada discusión porque no parecían entender la gravedad de la situación: este hombre, sin una justificación adecuada, sacó su arma, la blandió y la mantuvo en posición amenazante frente a nosotros. Hubiese ocurrido una tragedia y no habría forma de demostrar que teníamos razón porque (para colmo, como según supimos cuando un grupo de nosotros entró a reclamar ante la gerente de turno) el área de la puerta no tiene cámaras de seguridad.
No escribo esto con la intención de difamar ni echar tierra sobre reputaciones. No es mi intención acabar con Hard Rock Café, un lugar que suelo frecuentar y contra el cual no tengo ningún tipo de inconvenientes. Lo escribo porque cosas como estas no deben estar ocurriendo. Un puesto tan importante como el de oficial de seguridad no puede estar en manos de cualquier "cabeza caliente" que entienda que ante cualquier circunstancia que "se le salga de las manos" se vaya a resolver sacando una pistola. Es precisamente esta clase de comportamientos la que desembocan en los lamentables incidentes como los de estos últimos días.